Personaje imborrable en la memoria de los cuencanos fue el padre Carlos Crespi, misionero italiano de la orden de Don Bosco, quien llegó a Cuenca hacia 1923. Llegó, vio y conquistó con ese arrollador entusiasmo de quien arriba a una tierra virgen en la que mucho había por hacer, mucho por enseñar y propagar: la luz del evangelio, la letra y la ciencia. Exhibió conocimientos de teología, música e ingeniería, pero sobre todo, impactó por ese su empecinado designio de mimetizarse en la Amazonía… CONTINUA
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